Existen cientos de mitos y leyendas relacionados con extrañas luminarias nocturnas. Pequeñas luces, destellos y llamas que aparentemente no responden a las leyes de la física conocida por el momento. De entre todas ellas, quizás las más antiguas sean los fuegos fatuos, unas fugaces luminiscencias que aparecen en cementerios y zonas pantanosas relacionadas con la inflamación espontánea de ciertas materias, pero que en algunos casos, parecen retroceder ante la presencia de observadores.
La espontaneidad y la corta duración de estas luminiscencias las convierten en algo prácticamente imposible de captar en imágenes, lo que aumenta su halo misterioso y enigmático que, desde los primeros reportes hace ya muchísimo tiempo, no ha hecho más que aumentar ante la falta de una respuesta científica a este fenómeno.
Las teorías son muchas y variadas y van desde la inflamación espontánea de sustancias animales o vegetales en descomposición, fósforo y gases como el metano, organismos bioluminiscentes, o simplemente el brillo de las sales de calcio presente en las osamentas.
América del Norte
En Estados Unidos, según nos cuenta el antropólogo Dale Ferguson, los indios norteamericanos tenían leyendas sobre espíritus que se manifestaban como llamas azules que danzaban similares a los fuegos fatuos.
Latinoamérica
Por otra parte, en ciertas regiones de México se habla de “las brujas”, las cuales se cree que se manifiestan como luces que, en días de gran turbulencia, se aparecen sobre cerros y montañas.
Europa
Asia
En Perú, los nativos de los Andes creen que las luces verdosas y blanquecinas indican los lugares en que los conquistadores como Francisco Pizarro y sus tropas enterraron el tesoro de Atahualpa. Le llaman “la luz del dinero”.
Similar es el caso de México, ya que allí se habla de las “luces del dinero” o “luces del tesoro”. Algunas de esas luces se vinculan a relatos de la Revolución Mexicana: así, en Cuatrociénagas (lugar en que se ahogó el lugarteniente de Villa, el General Fierro) se cree que de noche aparece una luz que señala el lugar en que está el oro que el general llevaba guardado y que perdió al caer con su caballo.
Presentes en los cinco continente los fuegos fatuos casi siempre aparecen en cementerios o zonas pantanosas.
Por otra parte, en ciertas regiones de México se habla de “las brujas”, las cuales se cree que se manifiestan como luces que, en días de gran turbulencia, se aparecen sobre cerros y montañas.
En Colombia se habla de un “automóvil” que deambula por carreteras poco transitadas, siendo que en Ocaña aquello se conoce como el “Carro Fantasma de Carlos Bombita”, el cual supuestamente se ha visto en el camino que conduce a Pueblo Nuevo. También en Colombia, dentro así mismo de Ocaña, hay una variante de la leyenda de la Llorona, variante que se conoce como “La Luz Corredora” y cuyos fantasmales ojos serían parejas de fuegos fatuos que a veces se ven por la noche.
En cuanto a Venezuela, hay ciertas zonas rurales en que sobrevive una leyenda según la cual los fuegos fatuos son los espíritus en pena del conquistador español Lope de Aguirre y de sus hombres.
A nivel general pero sobre todo en la cultura popular gaélica y eslava, se cree que los fuegos fatuos son espíritus malignos o seres sobrenaturales que intentan que los viajeros les sigan al interior del bosque para conseguir que se pierdan.
En Hungría se habla del “lidérc” y es un símbolo de buen augurio, se cree que bendice y da buena salud a quien lo ve.
En Inglaterra aparece en diversas leyendas populares, siendo en muchas de ellas un ente malicioso. También, aunque dentro de otras leyendas, los fuegos fatuos aparecen como guardianes de tesoros.
En España hay mucho folclore en torno a los fuegos fatuos. Por ejemplo, en el País Vasco se habla de un tipo de hada que se transforma en bola de luz, a tal tipo de hada se le llama “Mari”.
En Italia se habla de los “Cules”, los cuales son luces de las provincias de Tronio, Cuneo y Novara. En Bosco dell`Oro se cree en un tipo de guardían del tesoro, la llamada “luce vagante”, mismo ser que en Milán se conoce como “cagnolitt”. En el cementerio Trentino di Banano (en Modena) existe la creencia de un espíritu socarrón que arrastra un bastón terminado en bombilla (cuyo brillo vendría a ser el fuego fatuo).
En Alemania solo existe un área donde se ven luces misteriosas y esa área es el bosque de Briselanger, cerca de Berlín. Allí se las llama “luces locas” o, en alemán, “irrlichter”.
En Holanda, al igual que en Alemania, durante la Edad Media se creyó en las “luces del tesoro”, las cuales señalaban lugares de tesoros enterrados. En 1866, una epidemia de peste bobina fue adjudicada a la aparición de fuegos fatuos en el campo.
En Suecia se piensa que los fuegos fatuos son espíritus de niños no bautizados que intentan conducir a los hombres a lugares con agua, todo por el deseo de recibir el sacramento.
El folclore finlandés en cambio nos habla de “el flamígero” (“Omlatt”), un espíritu de niño que fue enterrado en el bosque y aparece entre la vegetación.
La más famosa de las luces fantasmas asiáticas es una luz que sale del fondo de un río, se queda un rato flotando a diez metros y después sale disparada hacia el cielo. Su lugar de aparición es el río Mekong en Tailandia, país que es el hogar de los Nagas, unos seres míticos que aparecen en octubre y son como llamas que vuelan sobre la superficie.
En Darjeelin, dentro de la India, se cree en los “Chota-admins”, un cierto tipo de duendes u hombrecillos que viven bajo tierra y usan linternas (las cuales vendrían a ser los fuegos fatuos).
Japón sin embargo es el país asiático en que más trascendencia han tenido los fuegos fatuos dentro de la cultura popular. Allí se habla del “hitodama”, término que significa “alma humana”. En efecto, los japoneses creen que las almas de los recién fallecidos adquieren el aspecto de una llama fantasmal que tiene tonos azulados o verdes.
Oceanía
En Australia se habla de las “luces Min Min”, las cuales aparecerían en la Estación Alexandria (el rancho más grande del mundo) y supuestamente serían tan antiguas que se habrían visto desde antes de la llegada del hombre blanco. También se habla de la “Quinn`s Light”, una luz intensamente brillante con forma de águila. Según se cuenta aparece en el río Murrumbidgee, en New South Wales; y, al parecer, es más que una simple creencia popular pues ya bien entrado el siglo XX un granjero vendió su granja por el temor que le engendró haber visto dicha luz..
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